Reporters with borders, 2007. Espacio Fundación Telefónica.
Fundación Teléfonica – Abstracción Biométrica
Galería Max Estrella – Polímeros
Coinciden en Madrid dos exposiciones de Rafael Lozano-Hemmer (1967, México DF): Polímeros en la Galería Max Estrella y Abstracción biométrica en Fundación Telefónica, esta última comisariada por Kathleen Forde, y proveniente del Borusan Contemporary de Istanbul.
Ambas exposiciones se conectan a través de la aplicación de la biométrica, la medición de constantes vitales del cuerpo, que activan y respaldan las diversas obras, como un principio de explicación estética.
En la galería Max Estrella, Tape recorder, establece una cierta “experiencia mecánica” que relaciona la presencia del cuerpo y la visión o contemplación con el tiempo. El título juega con las palabras, trasponiendo el nombre inglés de grabadora a una serie de cintas métricas alineadas en la pared que se estiran en vertical midiendo (en cierta manera “grabando”) el tiempo de contemplación del espectador. Cuando las cintas métricas llegan al tope, permanecen un instante en equilibrio inestable y finalmente se desploman sobre el suelo con un sonido metálico. Un instante después, un mecanismo las retracta, mientras un aparato de medición registra el tiempo durante el cual los diversos espectadores se detienen ante cada una de las cintas métricas. Se puede leer la obra con ironía, como una parodia cientifista de la contemplación romántica: ¿cuanto tiempo requiere la contemplación? Pero también desde el juego, con el objetivo de aprovechar lúdicamente los instrumentos de vigilancia (sensores) empleados para medir los tiempos de contemplación a partir del espacio recorrido por la cinta métrica, forzando sin esfuerzo la correspondencia de espacio y tiempo.
En las salas de Fundación Telefónica, las piezas recorren casi de manera analítica los lugares del cuerpo, donde lo vital se entrecruza con la identidad individual que en las obras se funde con la diversidad en lo colectivo: el latido cardiaco se transmite visualmente como pálpito de luz (Pulse Room, 2006) o como reflejo de oscilaciones de la superficie de un tanque de agua (Pulse Tank, 2008), la respiración (Vicious Circular Breathing, 2013), el ojo (Surface Tension, 1992), la huella dactilar como imagen de una combinatoria irrepetible (Pulse Index, 2013), la voz que se trasmuta en luz (Voice Array, 2011).
Una pieza, sin duda inquietante, es Vicious Circular Breathing. A través de una advertencia, de tono más literario que científico, la obra parece proponer para la experiencia, la existencia del riesgo, tratando de despertar en el visitante los miedos atávicos al contacto con el otro y al contagio de enfermedades en este caso a través de la respiración de otros. La obra tiene el aspecto de un pulmón artificial que bombea aire ya respirado (el aliento que identificaban los griegos como el impulso vital), y propone precisamente respirar dentro de un habitáculo el aire que ya han respirado otros usuarios o visitantes y que se encuentra encerrado en pequeñas bolsas de papel conectadas mediante tubos al sistema “pulmonar artificial” de bombeo. El origen de esta pieza se encuentra en Last Breath / Último aliento, realizado en La Habana con la respiración de la cantante cubana Omara Portuondo. La obra tiene algo de réplica de la vida, y a la vez mantiene un tono de archivo arqueológico-biológico. El destino final de esta obra será ser exhibida permanente en el Museo Nacional de la Música en La Habana. Recientemente el artista ha “conservado” el aliento-respiración de la compositora y acordeonista tejana Pauline Oliveros y del cantante y compositor canadiense Leonard Cohen. Todos estos pulmones artificiales bombean aire 10.000 veces al día, tal como ocurre de promedio en los pulmones físicos.
La singularidad de la obra de Rafael Lozano-Hemmer estriba en la conversión estética de aspectos y cuestiones de carácter tecnológico, que se relacionan con la medición propiciando una “ilusión” científica, pero sobre todo porque la precisa espectacularidad de sus proyectos proviene de una necesaria interacción y participación del público, situando la experiencia (tanto individual como colectiva) en el centro de atención y en el motor de las obras. Lo espectacular está directamente puesto al servicio de una experimentación cuyo destino es ser compartida, y trata de explorar el asombro del descubrimiento de la autopercepción del espectador, que siempre es entendido y tratado como colaborador.
En cierto modo sus proyectos se plantean como plataformas de participación, el público las pone en marcha, las activa y las dota tanto de contenido como de sentido. Algunas obras son un resultado en progreso y en constante cambio, fruto de la acumulación de todas las participaciones que se transforman en auténticas contribuciones o colaboraciones. Otras, funcionan más como laboratorios abiertos que estimulan la autopercepción a través de una experiencia visual, sonora o simplemente sensorial. Sin embargo en muchos de sus proyectos, resulta clave el respaldo de la experiencia, mediante soportes de medición y/o almacenamiento, convirtiendo la experiencia concreta o el registro de constantes vitales a datos numéricos y gráficos susceptibles de ser leídos como transcripción de una experiencia perceptiva y también estética.
No es por tanto casual que haya sido uno de los principales impulsores del Concurso internacional de Arte y Vida Artificial, que desde hace 15 años celebra la Fundación Telefónica con el objetivo de incentivar la investigación artística desde la tecnología aplicada, entre otros, a los campos de la robótica, la biología o la computerización.