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martes, 17 de diciembre de 2019

Mathias Goeritz y Marianne Gast, en Santander (I)

Por: Chus Tudelilla
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Georges Hoyningen-Huene (atribuido) Mathias Goeritz y Marianne Gast
Palacio del marqués de Santillana Santillana del Mar verano de 1948 

Recién instalado en Santillana de Mar, Mathias Goeritz (Danzig, 1915-Ciudad de México, 1990) escribió una carta a Benjamín Palencia, el 11 de julio de 1948. Por fin habían llegado. Las cuevas fantásticas y "nuestro palacio" estupendo. Marianne Gast (Schierke, 1910-Bonn, 1958) y él, le esperaban ansiosos; solo tenía que llevar sábanas y mantas porque disponían de casi todo lo demás.

Coincidió la llegada del matrimonio Goeritz con la huida de Reinhard Spitzy -ayudante del ministro de Relaciones Exteriores del Reich, Joachim von Ribbentrop-, que había residido con identidad falsa en el palacio de las Arenas desde junio de 1944, hasta que en agosto de 1945 se trasladó al palacio del marqués de Santillana. La tranquilidad palaciega se interrumpió al ver su nombre en la lista de los nazis reclamados a España por el Consejo de Control Aliado. De colegiata en colegiata, con la inestimable ayuda del párroco de Santillana del Mar, Eduardo Rodríguez, Spitzy partió del puerto de Bilbao el 11 de julio de 1948 hacia Buenos Aires. Mientras tanto, el párroco recibía a los Goeritz, les acompañaba al palacio del marqués de Santillana, donde se alojaron, brindándoles todo su apoyo, incluida la certificación que firmó el 15 de julio para avalar la declaración de Goeritz a favor de Ruth Sonnehol, esposa del vicecónsul alemán en Tánger.

 

Es fácil deducir, por tanto, que las estrechas relaciones de Mathias Goeritz y de Marianne Gast con los alemanes residentes en España -a los que hay que añadir a Josef Hans Lazar o Hans Engelhorn, incluidos también en la lista de los nazis más buscados- facilitaron su estancia en la residencia de Spitzy en Santillana del Mar. Sin pasar por alto que Goeritz había sido delegado de cultura en el Consulado alemán en Tetuán, y lector de alemán en Tánger, Tetuán, Málaga y Granada, entre octubre de 1941 y el final de la Segunda Guerra Mundial; y Marianne Gast, si atendemos a las últimas informaciones, todavía por documentar, colaboró en la prensa alemana y trabajó en la Embajada de Alemania en Madrid, donde contrajo matrimonio con Mathias Goeritz el 30 de noviembre de 1942.

Sobre los motivos de su estancia en Santillana del Mar durante el verano de 1948, Goeritz aportó dos versiones. La primera, debido al calor de Madrid que tan mal soportaba su esposa; y la segunda, haciéndola responsable sin más explicaciones. En su día confié en los recuerdos lejanos de Pablo Beltrán de Heredia: la razón, dijo, fue el encargo que Marianne Gast había recibido del gobernador civil Joaquín Reguera Sevilla para realizar las fotografías de El libro de Santillana a cargo de Enrique Lafuente Ferrari. Ocurre, sin embargo, que la investigación continúa abierta y el estudio de diferentes archivos desdice lo hasta ahora publicado: Lafuente Ferrari recibió el encargo de Beltrán de Heredia a fines de 1948, y la primera mención del matrimonio Goeritz a las fotografías tiene fecha de 4 de octubre, ya de regreso en Madrid. Parece claro, por tanto, que esa no fue la causa del viaje. Mi hipótesis actual es que los Goeritz llegaron a Santillana del Mar para hacerse cargo del palacio del marqués de Santillana e incluso ultimar el cese del negocio "Talleres Montañeses" que Spitzy había montado con Jesús González Junco. Son numerosas las alusiones que Goeritz hace a la venta de muebles y antigüedades en el palacio por parte de Marianne Gast en la correspondencia con sus amigos, e incluso en la famosa entrevista para el diario Alerta en la que dio a conocer su deseo de fundar la "Escuela Altamirense de Pintura". Pablo Beltrán de Heredia e Ida Rodríguez también lo mencionan en sus recuerdos. En todo caso, de lo que no hay duda es de la estrecha vinculación del matrimonio Goeritz con los propietarios del palacio, tal como queda reflejado en la carta que Marianne Gast escribió a Beltrán de Heredia, a fines de de julio de 1949, comentándole su interés en alquilar o vender el palacio del marqués de Santillana como sede de un posible museo o cualquier otro fin, ya que obtendrían un porcentaje por el convenio establecido con sus dueños.

La amistad de Mathias Goeritz con Ángel Ferrant posibilitó el encuentro con Pablo Beltrán de Heredia y Ricardo Gullón, que pudo ocurrir durante la exposición de Ferrant en la galería Clan de Madrid, en noviembre de 1947. No hicieron falta las presentaciones cuando Beltrán de Heredia visitó al matrimonio Goeritz en Santillana del Mar, el 5 de agosto, en compañía de las alumnas mexicanas de los cursos de verano de la UIMP: Ida Rodríguez y Josefina Muriel, tras la excursión con Eugenio d'Ors, Nucella Fernández Castillejo y José Luis López Aranguren a las Cuevas de Altamira. Al día siguiente, Beltrán de Heredia regresó al palacio de Santillana y, junto al pintor Alejandro Rangel e Ida Rodríguez, fue partícipe de la iniciativa de Goeritz: la creación de una nueva Escuela de Altamira que prácticamente quedó fundada aquel día, según dijeron. Tan animado estaba Goeritz que no tardó en hacer pública su idea en la entrevista ya mencionada del 15 de agosto, al tiempo que iniciaba los trámites para solicitar una plaza de profesor en la Escuela de Arquitectura de Guadalajara (Jalisco), a instancias de Rangel, presentándose como alguien que no era.

"A veces digo que nací en 1945, cuando ya tenía 30 años", declaró Goeritz en entrevista con Mario Monteforte. Tras la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial se había instalado en Granada y a comienzos de 1947 se trasladó a Madrid, donde permaneció hasta septiembre de 1949, cuando viajó a México. La historia de Mathias Goeritz en España es también la de quienes decidieron permanecer en el país tras la Guerra Civil vencedores unos y otros aislados y vencidos; y la de los más jóvenes que eligieron abrirse al futuro. Con ambas generaciones, Goeritz compartió proyectos editoriales y artísticos, entre los que destacan la colección "Artistas Nuevos" y la Escuela de Altamira. El establecimiento de tan inusitada red de complicidades fue, sin duda, su más decisiva aportación al incipiente proceso de normalización del arte y de la cultura española en los años de la inmediata posguerra. Además, su condición de extranjero le permitió inventarse siempre a la medida de lo que en cada ocasión se esperaba de él en un escenario fragmentado que desconocía pero que no tardó en reconocer y recomponer y que, a casi todos, deslumbró. Sus extraordinarias dotes de simulador fueron claves en la gestión de proyectos a partir de ideas recién aprendidas, sin que nadie se percatara, más allá de suspicacias coyunturales que supo resolver con habilidad; tampoco hemos de pasar por alto el entusiasmo que supo contagiar. Poco a poco sabemos más de Mathias Goeritz. En la sombra siempre, Marianne Gast; que así lo quiso.

Chus Tudelilla
Autora del libro Mathias Goeritz. Recuerdos de España 1940-1953 (Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2014) 

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